06 abril, 2024

LA TÍA MANUELITA


A Manuelita no la conocí ni la conoceré nunca. Ella falleció en el año 1929 y desde que vi su tumba por vez primera sentí una gran curiosidad por saber acerca de sus días y de su corta vida, como también por conocer cómo era su fisonomía y su forma de ser. Sin embargo, no fue mucho lo que pude averiguar de boca de la familia ni por algún documento hallado por obra de la casualidad. Tampoco existen imágenes de ella en ningún tipo de formato para la época en que vivió, y si tal vez hubo alguna, fue evidencia que el tiempo y las polillas se encargaron de desaparecer.

Manuela Etelvina Rodríguez Plasencia nació un viernes 10 de Julio de 1896 en Silacot y recibió el óleo crismal ocho días después en la Parroquia San Mateo de Contumazá*. Sus padres fueron don  David Rodríguez y doña Mercedes Plasencia. Era una mujer delgada, blanca y a las justas llegaba al metro cincuentaicinco. Tuvo la gran responsabilidad que se asigna a los hijos mayores, pues después de ella estaban sus hermanos Donatilde, Andrés y Segundo David.

Como ya dije, mi obsesión por conocer de ella se inició luego de visitar su sepulcro hace ya varios años y fue allí donde me enteré que su esposo se llamó Leví Plasencia León, con quien hizo un matrimonio feliz. Manuela era una esposa abnegada, de aquellas que por esa época permanecían en su casa haciendo distintas labores y bordando con iniciales los pañuelos de sus esposos, mientras ellos se ocupaban del trabajo fuerte en el campo.



Lamentablemente, Manuelita y Leví no llegaron a tener hijos. Luego ella enfermó y debido a su falta de mejoría ambos tuvieron que trasladarse a Trujillo en busca de tratamiento médico.

Tía Manuelita estuvo viviendo en Trujillo hasta su muerte, acaecida el 30 de Mayo de 1929, antes de cumplir treintaidós años. Su esposo regresó a la sierra pero antes encargó a un amigo residente en Laredo para que se ocupe de la colocación de la lápida en la tumba de su esposa, ya que antes se esperaba un año completo para colocarla. El encargo fue cumplido puntualmente; por esos años un encargo recibido, una promesa hecha o la propia palabra empeñada era algo sagrado que se cumplía a cabalidad.

Cuando mis abuelitos se establecieron en Trujillo, aproximadamente en el año 1950, lo primero que hicieron fue ir al Cementerio General de Miraflores a buscar a Manuelita y la ubicaron en el pabellón San Joaquín No. 133. El cementerio de Trujillo, por aquel entonces, era muy diferente al de ahora pues aún estaba a medio construir. Desde entonces, abuelito David no dejó de visitar a su hermana y mi familia continuó con esa costumbre después que él se fue en busca de Manuelita para no volver más.


* El segundo nombre y las fechas de nacimiento y de bautismo de Manuelita, se obtuvieron del archivo en microfilm de la Parroquia San Mateo, Contumazá (The Genealogical Society Of Utah, U.S.A.)

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