13 enero, 2023

EL GENERAL ME HA BLOQUEADO


El general, ya en situación de retiro, siempre ha sido muy respetuoso en nuestros diálogos virtuales. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no hace más que reclamar, criticar y hasta inventar historias. Sin verlo, lo veo gesticulando y levantando el puño a nombre de la nación frente a su pantalla. Cómo es posible?, dice, sanción inmediata! no hay derecho!, agrega, a la cárcel! corruptos! en mis tiempos habían verdaderos valores!

Pero cuando le hablo del rancho de la tropa, de las propinas, del combustible e increíble y ridículamente de las frazadas, las botas y un sinnúmero de adminículos más acompañados de otros tantos abusos, el general se vuelve a ofuscar y lo vuelvo a ver sin verlo cuando su rostro toma un color más lívido y un hilillo de sudor recorre vertical y lentamente su frente. Al general no le gusta tocar ese tema, como que se le sube la presión o quizá el azúcar, haciéndome recordar a un encarcelado y tristemente célebre dictador que se enfermaba con demasiada frecuencia, pero que dejó de hacerlo milagrosamente por dos años durante la pandemia.

El general me ha bloqueado, porque tal vez yo haya sido muy fastidioso, demasiado incómodo en mis opiniones, una verdadera piedrecita en su bota de amigos, pues le he recordado que hay que ver las cosas desde muchos ángulos, desde tantos cristales como colores existan. Pero el general está acostumbrado a que todos le den la razón con sus edulcorados comentarios, que le digan mi general y lo soboneen, y tal vez no le agrade que yo sólo lo trate de señor tal, con el respeto que se merece, pero exponiéndole los temas directamente, en frío.



El general, con todas las batallas o guerras que imagino habrá peleado, no tiene una respuesta para algo tan simple como lo de las vituallas. Es entonces cuando vuelvo a insistirle acerca de su patológica defensa a un grupito de adinerados corruptos y le pregunto también por qué en el tiempo en que estaba en actividad no denunció la corrupción con el ahínco que lo hace ahora. Esa última pregunta, espetada en forma tan directa, es la que tal vez pueda haber rebalsado el líquido elemento, apurando su decisión de bloquearme para siempre de sus nutridas redes sociales.

Salvo en muy contadas excepciones, la corrupción hierve a miles de grados en las instituciones del Estado, a todo nivel y sin diferencia alguna entre uniformados o civiles, ya sea por voluntad propia o porque el sistema termina absorbiendo cualquier forma de posible honestidad. Le explico al general que mi teoría es que mientras más medallas se van sumando a una solapa, más corrupción se tapa, pues es tan corrupto el que la origina como el que mira hacia un costado. Pueden desglosarse aquí cientos de opiniones y volveríamos a lo de los colores, pero es una gran verdad que un oficial puede ir olvidándose de futuros galones si denuncia lo que realmente ve dentro de su institución. Son muy pocos los que piden su baja en nombre de los valores inculcados en casa, para luego ser bautizados como traidores. Pero el general no me entiende, o no se le da la gana de entenderme, y es mucho más sencillo localizarme como objetivo en su pantalla, presionar una tecla-misil y disparar.

En suma, hoy he sido víctima de ese misil, disparado en forma tan ominosa como certera. Verdadera e indefectiblemente, el general me ha bloqueado. Aunque tenga yo la sospechosa certeza de que todas sus pequeñas batallas hayan sido peleadas sólo en un gigantesco simulador, para dar como resultado que lo más probable es que este general-bloqueador no haya siquiera rozado la posibilidad de estar en una verdadera guerra.

No hay comentarios: