05 julio, 2016

DRAMA MEDULAR


5 de Julio, 2005

El hombre me mira totalmente extrañado por el interés que demuestro en él. Me ha pedido que me siente en el sofá de su sala, donde descubro unos cojines hechos con esmero. Luego, responde mis preguntas observándome con desconfianza y empieza a repetir su historia una vez más. Quién sabe cuántas veces la repitió ya. Su mirada brilla, sus manos hacen dibujos en el aire y su rostro macilento gesticula, enmarcando unos ojos que parecen interrogarme también.

El tiempo transcurre con rapidez y mi anfitrión hace una pausa para pensar. Su esposa lo ayuda a recordar. Noto que está un poco débil y trato de distraerlo de la conversación, pues no sé si es debilidad física o mucha tristeza guardada lo que parece agobiarlo. Levanta la mirada hacia un cuadro familiar en la pared y un brillo acuoso rebalsa sus ojos.


5 de Noviembre, 2003

Un suboficial, técnico de tercera, yace inconsciente sobre la pista de un peligroso barrio. Tiene 33 años y doce de ellos dedicados a la Institución Policial. Él ha sido mortalmente herido por el disparo de uno de los delincuentes. El suboficial es trigueño, alto y fornido, con una presencia muy adecuada para el tipo de trabajo que hasta ahora desempeñaba en la Unidad de Servicios Especiales y alguna vez en la División De Seguridad del Estado, brindando protección y resguardo a Dignatarios y Autoridades locales.

Pero la vida es así, todo cambia de un momento a otro. El suboficial baleado es subido con premura a una ambulancia y el verde característico de su uniforme adquiere un color pétreo apelmazado por su propia sangre. El rostro que muchas veces su madre besó y acarició, se encuentra sucio y trajinado por un trabajo que hoy no llegó a culminar. Está inconsciente. Su vida se extingue. Es muy triste ver cómo la muerte pelea por hacerse de su víctima.





Ya en el hospital, el tiempo se vuelve más valioso. Sus pulmones están tan afectados que no le permiten respirar por su cuenta y es probable que también haya algún daño medular. Está sedado. El cuerpo del hombre herido es preparado luego para una intervención quirúrgica. 

Su madre y su esposa acaban de llegar al hospital y se sabe que dos niños esperan a su padre en casa. Sólo resta orar y esperar.




5 de Enero, 2006

El hombre con el que empiezo este relato y el policía gravemente herido son la misma persona. He ido a buscarlo hoy al Hotel Marriot, donde un General de la Policía Nacional hará una entrega masiva de material necesario para policías que en algún momento sufrieron algún tipo de percance en el cumplimiento de su sacrificado trabajo.

Mi amigo, que va recuperándose con lentitud, ha asistido acompañado por su esposa y a mí me acompaña mi hermana. Aunque las circunstancias no fueron las mejores, me alegra haber conocido a este hombre y amigo que simboliza a muchos valerosos policías que, en muchos casos, no tuvieron la suerte de sobrevivir.

Finalizada la ceremonia y terminado el protocolo y los flashes de la prensa, acompañamos a la pareja de esposos a tomar un taxi. Es un poco difícil ayudarlo a subir al carro pues por la lesión medular sufrida no tiene movimiento en las piernas, pero esto es algo banal si lo comparamos con el valor de la vida misma y con la suerte de tener la oportunidad de ver crecer a sus hijos.

Después de instalado en el asiento y doblada su silla de ruedas, nos hemos despedido para volvernos a encontrar, Dios mediante, en Trujillo.

A pesar de ser verano, es una mañana fría y odiosamente húmeda.



MAURO FRANCISCO HERRERA BARRIOS
SubOficial PNP



Fotos en blanco y negro, tomadas del Diario Satélite de Trujillo, Edición 06/11/2003.
Foto de MAURO FRANCISCO HERRERA BARRIOS, tomada de su colección personal.


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