21 abril, 2019

EL REINO DE LOS GATOS


La carroza se ha detenido en la puerta antigua del cementerio y el cortejo fúnebre va iniciando su marcha. Pocos dolientes, en realidad. Los pies lentos y pesados van detrás del féretro recorriendo un  angosto camino de cemento mientras otros se atreven a pisar el húmedo grass en su afán por ubicarse lo más cerca posible del difunto para el momento del responso.

Alguien llora desconsoladamente mientras algunos intentan contener las lágrimas. Las damas jóvenes lanzan pétalos frescos sobre el ataúd mientras otras conversan en voz baja. Algunos acompañantes, con gafas oscuras y guardando un respetuoso silencio, empiezan a notar el movimiento de una multitud muy diferente a la allí reunida.




Los gatos van saliendo de algunos nichos vacíos, algo alarmados por la llegada de un nuevo inquilino a sus dominios. Otros, sorprendidos, abandonan la sombra de los mausoleos mientras algunos se desperezan sobre las frías lajas. Son familias enteras de felinos que van dejándose ver, muchos de ellos indiferentes a la ceremonia que se está llevando a cabo.

Siempre se ha sabido que los gatos son seres muy independientes y que cuando no hallan un hogar que los acoja bajo sus condiciones, apelan a su pasado errante. Para ellos, un cementerio, viene a ser lo más parecido al paraíso. Los gatos han hecho  de las tumbas su hogar y es obvio que contribuyen también con la limpieza del camposanto, para lo cual imagino que alguien se encarga de su control poblacional y sanitario.

Los relatos de terror suelen tener como protagonistas a los más espantosos seres o a entidades derivadas de personas que alguna vez habitaron este mundo pero, sin tomar en cuenta a Poe, los animales domésticos no son tan atractivos para ese tipo de relatos. Los gatos, no obstante, siempre han sido relacionados con maldiciones, brujería, conjuros y hasta con el mismo demonio. Basta con tomar fotos en la oscuridad a uno de estos animales y sus ojos brillarán de una forma muy peculiar pero equivocadamente interpretada.




El féretro es impulsado dentro del nicho y quien lloraba desconsoladamente ahora sólo emite hondos suspiros. Los pétalos yacen sucios y destrozados sobre el suelo. El respetuoso silencio se ha transformado en aislados murmullos mientras los gatos  van tomando nuevas posiciones al ver acercarse el ocaso. Pronto, la gente irá abandonando el cementerio y los gatos irán ganando lugar, para adueñarse completamente de cada uno de sus rincones.


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