20 agosto, 2018

PISO VEINTIDÓS


Escena 1 - Un vaso de whisky

Alfredo está muy deprimido pero no lo ha dado a notar. Son muchas cosas las que sucedieron en su vida  últimamente y que se fueron acumulando, tal como los escritos de su desaparecido padre que yacen en aquella maleta de aluminio guardada en su oficina y donde no cabe un papel más. Ha tomado la botella en sus manos y piensa que es mejor así, ir ahogando sus penas en alcohol, dejar que el cuerpo se vaya adormeciendo, acostumbrando, resignando.

El diplomático recuerda aquella vez en que le dijo a Adriana, su madre : no pienso terminar internado en un manicomio, sabiendo como sabía que no estaba loco y que nunca lo estaría, al menos no del tipo de locura que daña a la gente. Su insania se le antojaba diferente, extrema, autolacerante.

Alfredo apura el vaso y por un momento ve reflejada su imagen en el claro y relajante líquido.


Escena 2 - Un beso

Elisabeth dormitaba cuando Alfredo entró en la habitación, cogió su mano y beso su frente, mientras ella le brindaba una media sonrisa. Movió el vaso para que el hielo se derritiese con prontitud pensando lo hermoso que hubiese sido que ella le diera un hijo.

Diez años atrás, Felipe, el único hijo de Alfredo, había fallecido víctima de una severa bronquitis, enfermedad que él también padeció de pequeño. La madre del niño se lo había entregado a él. Fue doña Adriana la que se hizo cargo del muchacho, pero éste falleció a sus tempranos diecisiete años.

La vida de Alfredo pareció escabullirse junto con la del hijo. Vagó como un autómata por las calles de París hasta que fue rescatado por un amigo muy querido.


Escena 3 - La terraza

Alfredo no desea interrumpir el sueño de su esposa. Bebe un largo trago de whisky, sale a la terraza cerrando la puerta muy despacio y respondiéndose mentalmente una pregunta que se hizo toda la vida : viví opacado por mi padre ? De hecho que no, nunca hubo ese celo, a pesar que la pregunta lo asaltaba con frecuencia. Alfredo amó a su progenitor, lo amó con devoción y admiración.

El licor empieza a hacer efecto y Alfredo siente ese placer especial recorrer todo su cuerpo, desde su garganta hasta sus extremidades, terminando con un ligero cosquilleo en sus pies. Observa la hermosa noche neoyorkina frente al Central Park. El verano apenas ha iniciado.


Escena 4 - Sensibilidad

El whisky se ha perdido en un último sorbo.

A pesar de los problemas, del dolor, de los amores perdidos y de la definitiva ausencia de entrañables amigos, Alfredo siempre se supo fuerte y poseedor de una fina sensibilidad. Es entonces cuando a manera de flash-back, un cúmulo de imágenes se empieza a proyectar en su mente. Recordó al poeta triste, al dandy político, a José Carlos e inclusive al más joven de todos, Luis Alberto.

Recordó también a Elisabeth, a Carmen, a Adriana. Ninguna de ellas podía ayudarlo. Menos, Dorothy, la hermosa chica de portada convertida hoy en un amarillento recorte periodístico.

Alfredo, totalmente inspirado y sabiéndose extremadamente sensible, suelta el vaso ya sin contenido, se acerca a la baranda de la terraza y se deja devorar por el vacío.


Escena Final - Siempre, New York

Cuando Adriana llega al pie del edificio, el cuerpo de su hijo se encuentra cubierto con periódicos. Ella sólo se limita a contemplar la escena. Intenta un hondo suspiro pero sólo halla una inmensa tristeza dentro de sí. No hay desesperación. No hay lágrimas. Nada tiene sentido.

Hace cinco años, Dorothy Hale, estadounidense, de 33 años; aspirante a actriz y mejor socialité, fue encontrada al pie del Hampshire House Building vistiendo un vestido de terciopelo negro con un ramillete de pequeñas rosas amarillas en el escote. Dorothy se había suicidado lanzándose desde el piso dieciséis.




Hoy, 27 de Junio de 1943, el cuerpo de Julio Alfredo González-Prada Verneuil, de 51 años; abogado, diplomático y escritor, fue hallado al pie del edificio Hampshire House. El hombre, nacido en París y de nacionalidad peruana, se suicidó arrojándose del piso veintidós.





* Relato inspirado en Los Abismos De Alfredo González Prada, texto de Rodrigo Núñez Carvallo, presentado en la Página Lee Por Gusto por Jaime Cabrera Junco.
** Óleo El Suicidio de Dorothy Hale (1938), por Frida Kahlo.
*** Fotografía de Alfredo González-Prada Verneuil (1935) bajo uso libre (Archivo Peisa).


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