01 diciembre, 2012

ESTEBAN Y EL ESPINO


Subrepticia fue la forma como Esteban se reunió con sus acompañantes en el patio de su casa junto a aquel tosco espino, habida cuenta de lo que ahí se llevaría a cabo. Alertado por ellos, había tapiado algunas puertas y ventanas para que la gente no tuviera motivo alguno para detener su andar y curiosear como lo hacía siempre. Tampoco compartió su entusiasmo con familiares o personas cercanas pues sus nuevos amigos le hicieron saber la importancia de mantenerlo todo en elemental secreto, tal como al final se hizo.

Aquellos nuevos amigos ya no eran tan extraños para Esteban pues lo habían traido de vuelta a un mundo ya imaginado, a una realidad por siempre soñada, a la prosperidad propiamente dicha. Todo lo que estaba a punto de venir ya les había sucedido a otras personas, tal vez muchas que él no conocía pero sí por testimonios contados por ellos, aquellos amigos en los cuales ahora confiaba y que con todo derecho tendrían parte, sólo un porcentaje claro, del total de la suma a ser recaudada después de terminado el proceso.

Mientras todo esto ocurría, se puede decir que las cosas en el hogar iban bien : la esposa, sus dos pequeños, un negocio muy bien surtido que marchaba viento en popa y para completar la dicha sus maravillosos suegros que trabajaban mucho y pedían poco. Además, claro, unos amigos de tragos por aquí, algunas diversiones extra-matrimoniales por allá y cosas así, comportamiento machista muy bien visto a finales de los años cuarenta, que es la época en la que Esteban y sus acompañantes están reunidos en el patio de su casa junto a aquel tosco espino.




Todo se llevó a cabo con mucho esmero. La compra de los materiales a ser utilizados no demandó mucho gasto y fueron los socios de Esteban los que llegaron trayendo los botellones de tinta, los moldecillos de metal y una ingente cantidad de papel cortado, además de otros pequeños aditamentos cuyo uso o finalidad fue muy bien explicado al dueño de casa, no sin antes volver a recordarle mantener la discreción del caso para que la operación llegara a buen puerto y no fueran víctimas de la envidia de la gente, que en estos casos es mucha.

Lo que casi nadie se percató fue que el tosco espino ubicado justo en el centro del patio empezó a mostrar ciertos cambios, poco notorios de hecho, pero sus movimientos y comportamiento, por así decirlo, empezaron a ser diferentes, el árbol comenzó a secretar minúsculas cantidades de una sustancia viscosa de fragancia fuerte, su tallo crecía y se estiraba produciendo un sonido de liberación, cual tenue ronquido de advertencia, el cual no pasó desapercibido para Esteban que volteó su rostro, sorprendido, entablando por un instante el inicio de una comunicación extraña entre los dos, la cual se vio interrumpida abruptamente por uno de los hombres que pedía llenar un gran depósito con agua.

Ya en la tarde, casi a las tres, el material con el que los hombres trabajaban se agotó y éstos tuvieron que partir al pueblo en busca de otro lote. Esteban sintió el irreprimible deseo de entrar a ver los avances, pues aquellos hombres no le habían permitido entrar por una cuestión muy entendible : el secreto de la reproducción de los billetes no podían compartirlo, él solamente podría ver el producto de la valiosa multiplicación una vez terminado el trabajo. Eso sí, lo habían animado a juntar todo el dinero posible porque a mayor cantidad de billetes, mayor ganancia.


 

El árbol pasó mucho tiempo ahí, situado luego en la parte externa de la casa, casi seco y abandonado, inclusive cuando ésta fue destruida algunos años después. Sin embargo, aquella tarde agonizante, cuando Esteban se dejó vencer por la curiosidad y entró a dar una mirada al avance de la reproducción de sus billetes, el árbol había adquirido una contextura pétrea. Cansado de esperar a sus nuevos amigos el hombre se durmió sentado en un rincón del patio junto a una botella de pisco. Hilda, su esposa, se acercó a colocarle una manta y se preguntó qué significarían esos botellones con agua coloreada y esos costales llenos de papelitos cuidadosamente recortados.

Aquella fría noche, mientras todos dormían, el espino penetró en la casa y recorrió todas las habitaciones : la sala, los cuartos, los pasadizos, los jardines interiores, los corrales y la tienda, tomando toda clase de energía que pudo encontrar. La maldición del árbol había encontrado material fértil para crecer : ingenuidad, ambición y maldad. El espino había lanzado su voz de advertencia pero Esteban, como cualquier hombre común y materialista, alejado hace mucho de la naturaleza tan divina como justiciera, sintió pero no supo interpretar.


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Fotografías tomadas del blog "Periódico Ciudadano (Sierra de San Vicente)" y de la galería de Jose Labor Ante "Fotonatura.org", respectivamente.

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