Manos humildes, trabajadoras, cuidadas o perfumadas.
Manos queridas o manos postergadas.
Manos férreas. Manos tenues.
Manos atentas y manos distantes.
Manos suaves para vivir o morir.
Manos suaves para recordar.
Quién no las ha sentido alguna vez ?
Vida dura o vida fácil, siempre ahí unas manos como la seda de suaves.
Suavidad también en las manos de otras personas que amamos y que cuando nos llegan a faltar, con la aspereza de otras manos las comparamos. Tal vez pasaron inadvertidas cuando por primera vez las probamos pero volverlas a sentir es lo que deseamos. Son manos que muy cerca nuestro estuvieron y que ahora con insistencia añoramos.
Pienso en esas tan suaves manos y vienen a mi mente algunos nombres que, sin necesidad de mencionarlos, sólo buenos ejemplos en la vida nos dejaron pues con amor desbordante todo lo colmaron.
Incomparables y adoradas manos las de una madre, que sin saberlo y mucho menos haberlo planeado nos brindan las manos más suaves que alguna vez hayamos probado. O aquellas manos presurosas que atendían a tanta gente por las mañanas y que luego por la tarde, armoniosas, convertían un hilo en arte. O esas blancas y delgadas manos que después de preparar una masa amor y bellos recuerdos horneaban.
Manos las que presento aquí, que calzaron los pies a los que alguna vez con tesón sanaron.
Eternas y suaves manos.
Manos prístinas, impolutas, enérgicas o agobiadas.
Manos mimadas o manos deseadas.
Manos tibias. Manos afiebradas.
Manos libres y manos condenadas.
En fin, tantas manos que dejamos atrás o tantas manos que luego vendrán, pero sin duda y sin necesidad de comparar, unas suaves y maternales manos son las que siempre hemos de recordar.
Pienso en esas tan suaves manos y vienen a mi mente algunos nombres que, sin necesidad de mencionarlos, sólo buenos ejemplos en la vida nos dejaron pues con amor desbordante todo lo colmaron.
Incomparables y adoradas manos las de una madre, que sin saberlo y mucho menos haberlo planeado nos brindan las manos más suaves que alguna vez hayamos probado. O aquellas manos presurosas que atendían a tanta gente por las mañanas y que luego por la tarde, armoniosas, convertían un hilo en arte. O esas blancas y delgadas manos que después de preparar una masa amor y bellos recuerdos horneaban.
Manos las que presento aquí, que calzaron los pies a los que alguna vez con tesón sanaron.
Eternas y suaves manos.
Manos prístinas, impolutas, enérgicas o agobiadas.
Manos mimadas o manos deseadas.
Manos tibias. Manos afiebradas.
Manos libres y manos condenadas.
En fin, tantas manos que dejamos atrás o tantas manos que luego vendrán, pero sin duda y sin necesidad de comparar, unas suaves y maternales manos son las que siempre hemos de recordar.
Manos de ROSAURA (1961).
3 comentarios:
Las manos y caricias de nuestras madres jamas se olvidan.
Gracias por ayudarme a recordarlas y por tus palabras.
Un gran abrazo desde Chile.
)Azariel(
Pase a saludarle! una abrazo!
)Azariel(
precioso blog, recuerdo las manos de mi mami cuando estaba enferma, sólo una caricia aliviaban mi malestar
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