21 mayo, 2023

RECORDANDO A DON ALBERTO




Siempre he recordado a don Alberto, con quien sólo intercambié algún saludo, alguna mirada o tal vez una sonrisa. Yo aún no cumplía los diez años de edad y él ya frisaba los noventa. Lo recuerdo especialmente de visita en el interior de aquella casona de la calle Orbegoso donde vivían su hija Rosa Belén y su yerno Humberto. Cierro los ojos y lo veo de pie apoyado en su bastón, con todo lo alto que era, de completo terno blanco y la mirada ya con cierta nubosidad.

Don Alberto Mimbela Amaya, nació el 7 de Agosto de 1881 en Paiján. Sus padres fueron don José María Mimbela y doña Rosa Amaya. Vivió muchos años en el Callao, donde conoció a doña Natalia Herrera Valencia, con quien tuvo una hermosa hija a la que pusieron aquel nombre, Rosa Belén. Cuando la niña iba a cumplir seis meses, don Alberto enviudó.

Tengo entendido que don Alberto, establecido ya en Trujillo, optó por varios trabajos u oficios, hasta que logró hacerse empleado en la Sociedad De Beneficencia Pública. Todo esto sucedió en años inmemoriales en una ciudad muy distinta a la de hoy, de la cual quedan sólo recuerdos, documentos y alguna que otra fotografía.

Don Alberto tuvo una numerosa descendencia en dos compromisos más, con doña Victoria Tapia, cuando aún vivía en el Callao y con doña Josefa Carrión, cuando vino a residir a Trujillo. Su casa quedaba en la calle Zela, al lado del Club Bilis, en el corazón del populoso barrio Chicago.

El lazo de don Alberto con su hija era muy especial, tal vez porque la niña no llegó a conocer a su madre. Este lazo se vio aún más fortalecido cuando don Alberto hizo los trámites para traer el cuerpo de su esposa desde el Callao hasta el cementerio de Miraflores, para que su hija la tuviese más cerca; al fin y al cabo, Rosa Belén fue la única hija que tuvo doña Natalia.

Don Alberto Mimbela Amaya, falleció de una insuficiencia cardíaca el 5 de Julio de 1974, a punto de cumplir noventa y tres años. Sus restos reposan en el Cementerio De Miraflores, en Trujillo, junto a los de su última esposa.


Don Alberto Mimbela Amaya y su hija Rosa Belén Mimbela Herrera




24 febrero, 2023

ONE YEAR OF LOVE


Conocí a Edgar a fines de 1990, como un compañero más de trabajo en ese gran grupo que conformaba la fuerza de ventas de Coca-Cola. Teníamos con Edgar muchas cosas en común y con el tiempo nos hicimos amigos pues era una persona con la que se podía sostener una charla interesante y productiva. Para entonces, Edgar ya estaba felizmente casado y tenía dos hermosas niñas. Fue el 22 de Abril de 1993 en que llegamos a trabajar juntos como vendedores de la zona centro de la ciudad y fue entonces que nuestra amistad se afianzó aún más. Nuestras conversaciones, exceptuando las de ventas, giraban más en torno a discos, cassettes y a lo privilegiados que éramos al pertenecer a una generación que gozó de los éxitos de los grandes monstruos de la música de los años setentas y ochentas.

Con Edgar sólo llegamos a trabajar seis meses pues en Octubre él se hizo cargo de una de las áreas periféricas de la ciudad, pero en el ínterin llegamos a reunirnos varias veces junto a otros amigos. Recuerdo que una vez acudimos a un local de la calle Almagro donde mostró sus proezas en el juego de billar. Sus pasiones, no obstante, fueron siempre el fútbol y su familia. 

Edgar y yo coincidimos, entre otras, en dos oportunidades más, cuando estábamos trabajando ya en diferentes áreas de la misma empresa. Viene a mi mente un domingo entre vinilos en mi casa y un martes entre cintas de cassette en la suya. Fue en esta última, un 2 de Noviembre de 1993, donde gracias a Edgar conocí realmente la dimensión de la música de Queen. Yo, que en la discotienda había visto pasar por mis manos la colección completa de esta magnífica banda y que había tenido a mi disposición sus vinilos, tanto para pedirlos directamente de la disquera como para escucharlos e inclusive grabarlos, había dejado de poner atención a estos íconos de la música de los que ahora soy fan incondicional.

De pronto, aquella tarde, Edgar puso su canción preferida. Yo pensé en alguno de los títulos más conocidos de Queen, pero inmediatamente las notas de One Year Of Love inundaron toda su casa. Era la primera vez, desde 1986 en que este tema fue publicado, que yo lo escuchaba. Y ahora, en presencia de su señor padre, los ojos de Edgar brillaron con melancolía. Era totalmente comprensible, pues la desaparición de Freddie era aún muy reciente.

Luego de eso, Edgar siguió laborando en aquella empresa y yo tuve que marchar a otra. No fuimos los grandes amigos que tal vez pudimos haber sido. Se conoce a mucha gente en el tiempo y en tantos lugares, y mucha gente va quedando en el camino, pero Edgar era una persona especial, tanto por su sencillez, como por su trato y por el significado que le daba a la palabra familia.



EDGAR PERALTA HERNÁNDEZ
(Fotografía grupal tomada el 25/04/1992)

Ya imaginarás, Edgar, que cada vez que escucho una canción de Queen, regreso a aquella tarde de Noviembre del 93 en la calle Bolivia y pienso que veintinueve años son muy pocos ...








13 enero, 2023

EL GENERAL ME HA BLOQUEADO


El general, ya en situación de retiro, siempre ha sido muy respetuoso en nuestros diálogos virtuales. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no hace más que reclamar, criticar y hasta inventar historias. Sin verlo, lo veo gesticulando y levantando el puño a nombre de la nación frente a su pantalla. Cómo es posible?, dice, sanción inmediata! no hay derecho!, agrega, a la cárcel! corruptos! en mis tiempos habían verdaderos valores!

Pero cuando le hablo del rancho de la tropa, de las propinas, del combustible e increíble y ridículamente de las frazadas, las botas y un sinnúmero de adminículos más acompañados de otros tantos abusos, el general se vuelve a ofuscar y lo vuelvo a ver sin verlo cuando su rostro toma un color más lívido y un hilillo de sudor recorre vertical y lentamente su frente. Al general no le gusta tocar ese tema, como que se le sube la presión o quizá el azúcar, haciéndome recordar a un encarcelado y tristemente célebre dictador que se enfermaba con demasiada frecuencia, pero que dejó de hacerlo milagrosamente por dos años durante la pandemia.

El general me ha bloqueado, porque tal vez yo haya sido muy fastidioso, demasiado incómodo en mis opiniones, una verdadera piedrecita en su bota de amigos, pues le he recordado que hay que ver las cosas desde muchos ángulos, desde tantos cristales como colores existan. Pero el general está acostumbrado a que todos le den la razón con sus edulcorados comentarios, que le digan mi general y lo soboneen, y tal vez no le agrade que yo sólo lo trate de señor tal, con el respeto que se merece, pero exponiéndole los temas directamente, en frío.



El general, con todas las batallas o guerras que imagino habrá peleado, no tiene una respuesta para algo tan simple como lo de las vituallas. Es entonces cuando vuelvo a insistirle acerca de su patológica defensa a un grupito de adinerados corruptos y le pregunto también por qué en el tiempo en que estaba en actividad no denunció la corrupción con el ahínco que lo hace ahora. Esa última pregunta, espetada en forma tan directa, es la que tal vez pueda haber rebalsado el líquido elemento, apurando su decisión de bloquearme para siempre de sus nutridas redes sociales.

Salvo en muy contadas excepciones, la corrupción hierve a miles de grados en las instituciones del Estado, a todo nivel y sin diferencia alguna entre uniformados o civiles, ya sea por voluntad propia o porque el sistema termina absorbiendo cualquier forma de posible honestidad. Le explico al general que mi teoría es que mientras más medallas se van sumando a una solapa, más corrupción se tapa, pues es tan corrupto el que la origina como el que mira hacia un costado. Pueden desglosarse aquí cientos de opiniones y volveríamos a lo de los colores, pero es una gran verdad que un oficial puede ir olvidándose de futuros galones si denuncia lo que realmente ve dentro de su institución. Son muy pocos los que piden su baja en nombre de los valores inculcados en casa, para luego ser bautizados como traidores. Pero el general no me entiende, o no se le da la gana de entenderme, y es mucho más sencillo localizarme como objetivo en su pantalla, presionar una tecla-misil y disparar.

En suma, hoy he sido víctima de ese misil, disparado en forma tan ominosa como certera. Verdadera e indefectiblemente, el general me ha bloqueado. Aunque tenga yo la sospechosa certeza de que todas sus pequeñas batallas hayan sido peleadas sólo en un gigantesco simulador, para dar como resultado que lo más probable es que este general-bloqueador no haya siquiera rozado la posibilidad de estar en una verdadera guerra.

02 julio, 2022

PERFECTO AMOR


Conocí a Chabuquita entre 1980 y 1981, cuando unidos por la música y en plena fiebre de las grabaciones de cintas de cassette, pasábamos horas escuchando y seleccionando listas enteras de canciones que luego ella disfrutaría en casa, con su familia o con sus incontables amistades. Ella las mandaba grabar por duplicado pues le encantaba obsequiar. Don Emilio la engreía mucho. Él pasaba a dejarla a la discotienda y luego de un tiempo prudencial la recogía en su clásico volkswagen. Lo que a él siempre le sorprendió fue que un muchacho como yo tuviera amistad con una pareja con la que había una considerable diferencia de edad, pero así sucedió y fue una amistad muy especial que se prolongó por varios años.

Chabuquita solía hacer siempre un brindis con sus invitados en aquella entrañable casa del jirón Junín, una copita que en realidad eran dos y que podían convertirse en tres, pero no más, ya sea para brindar por la amistad, para celebrar la vida o simplemente para combatir el frío. Era Lucila, la joven que la acompañaba a todas partes, quien se encargaba de servir las copas. Y fue en una de esas visitas cuando conocí el Parfait Amour y pude percibir que el nombre de ese licor era lo que ella y don Emilio representaban frente a la vida.

Guardo en mi memoria la fotografía que Chabuquita y don Emilio tenían en su sala. Allí habían otras fotografías de sus hijos y nietos, pero esa era la que llamaba particularmente mi atención. Ella, morena, delgada, muy espigada y hermosa. Él, más bien circunspecto, elegante y todo un caballero, como siempre lo fue. Al verme observar la foto, Chabuquita me contó de su matrimonio previo no muy feliz y que al momento de hacer los trámites para su divorcio conoció a don Emilio, el abogado que la enamoró y con el que compartirían sus existencias, junto a sus dos adorados hijos Carmelita y Antonio, para quienes don Emilio pasó a ser el mejor de los papás.

Don Emilio partió a la eternidad un sábado de Octubre de 1993, pero para Chabuquita él nunca partió de su lado Yo seguí visitándola incluso cuando dejé la discotienda, pues me daba el tiempo necesario para seleccionar la música que le agradaba. Fueron tertulias encantadoras donde ella me contaba de su familia, de las reuniones semanales con sus amigas en la quinta de enfrente e inclusive de don Emilio, a quien amó tanto y a quien jamás pudo darle el hijo que ambos anhelaban. 

Chabuquita y Emilio se volverían a encontrar diecinueve años después.

Ahora que los años han pasado, la mejor manera de recordar a tan hermosa pareja de amigos es conservando su memoria, pidiendo a Dios que bendiga a su familia y haciendo un brindis especial, pues donde haya un Parfait Amour, ellos siempre estarán presentes.




En Memoria de :

MARÍA ISABEL FLORES DE LUNA
† 07 /07 /2012

EMILIO LUNA AZABACHE
† 16/ 10/ 1993



08 mayo, 2022

DAMAS DE LAREDO




5 de Mayo, 2022

Visité Laredo por primera vez como representante de ventas de la empresa Coca-Cola el 4 de Marzo de 1991. Por entonces, no imaginaba que mis visitas a ese distrito se prolongarían por varios años, primero con ese producto y luego con una conocida marca de cerveza.

Hoy día he vuelto. Vine con la intención de dar un abrazo de cumpleaños a doña Agustina. No he podido hacerlo, lamentablemente, pero me quedo con el grato recuerdo de su sonrisa. Mi saludo para esta gran mujer va de aquí hasta la eternidad.

He intentado hacer parte del recorrido que hace treintaiún años hacía sin ningún tipo de cansancio ni contratiempo y he querido plasmar aquí el cariño recibido en aquellos años, sacando del anonimato a algunas mujeres que, responsables, amorosas, en silencio y con abnegación, supieron sacar adelante sus hogares, junto a sus esposos.


Cerrar los Ojos y Recordar

Iniciaba mi recorrido en la Urbanización Los Jardines, donde en una de las primeras casas (de la familia Inca), había un niño que siempre estaba pendiente de mi visita; esa era la clase  de emociones que despertaba la imagen de Coca-Cola. Luego, en toda la esquina de la Av. La Merced, se encontraba la bodega de doña Ismenia, una señora morena de corta estatura, tan activa que parecía nunca tomarse un tiempo para descansar.

Para visitar a mi próxima cliente, hacía un largo recorrido por la Av. José Ignacio Chopitea, pasando por el tradicional Estadio Unión Laredo (fundado en 1935), hasta llegar al exterior del colegio La Merced, donde doña Esperanza Espejo De Ramírez, mitad madre mitad ángel, tenía un pequeño puesto de golosinas, que atendía devotamente junto a su hija Esmeralda. 


ESPERANZA ESPEJO DE RAMÍREZ


Luego, de regreso en Laredo Pueblo, llegaba a la bodega de la señora Zarela Guarniz Romero, ubicada en la cuadra 2 del jirón Industria. No era una bodega muy surtida pero tenía lo esencial para la compra. Como a todos mis clientes en Laredo la visitaba dos veces a la semana. Siempre la notaba muy ocupada y su mirada parecía englobar alguna forma de tristeza.

En Bodega "Los Gemelos" me esperaba doña Rosa López Rodríguez De Zavaleta, junto a don Róger, su hijita Beexy y a sus gemelos, que en realidad eran gemelos-trillizos y a los que jamás pude diferenciar.


ROSA LÓPEZ DE ZAVALETA


Luego, pasando el mercado, una gran madre, esposa y amiga : Carmen Romero La Torre De Fernández, con quien tuvimos una "amistad a primera vista" y a quien recuerdo también con mucho cariño. Vienen a mi mente las reuniones en su casa y las encerronas bordadas de largas conversaciones, mientras Rolando, su esposo, se encargaba del negocio... Gracias a Carmen conocí a doña Victoria Castro de Zapata, que nunca fue mi cliente pero por quien siento mucho aprecio y de quien reconozco su labor de madre guerrera. Su local, bodega Vicky, era una de las más conocidas y surtidas en Laredo.

Grandes recuerdos ...


VICTORIA CASTRO DE ZAPATA


Fue en Laredo donde hice amistad con muchos clientes de una época tan dulce como la misma caña y tan diferente al compararla con lo que puedo apreciar ahora. En esa zona estaba el grueso de clientes; muchas bodegas, varios restaurantes y algún que otro distribuidor, pero también habían clientes que vendían gaseosa y cerveza en sus casas, sin tener negocios legalmente constituidos. Eran los tiempos en que un vendedor podía ingresar libremente a cualquier bodega pues no habían rejas de por medio, estableciéndose con el tendero una relación muy cercana, algo que con el transcurrir de los años se volvería totalmente inusual.

Muchas veces y sin pedirlo, los clientes que visitaba me solían contar parte de sus vidas y también compartían algunos de sus problemas, lo cual es parte del día a día de un vendedor, algo que yo agradecía pues creaba un lazo aún más cercano entre ellos y yo, que luego se traduciría en fidelidad hacia la marca que yo representaba. Esto no ocasionaba demora alguna en mi ruta pues no todas las personas sentían deseos de contar sus cosas al mismo tiempo.

Han sido bastantes visitas, muchas conversaciones y alguna que otra taza de café, antes que los años formaran una bruma sobre nuestras sienes. Pero queda la alegría de haber conocido mujeres como estas, tan a la altura de aquello que podríamos llamar una feliz existencia.

Mi cariñoso homenaje para estas damas De Laredo.


  



Imágenes tomadas de Facebook, a excepción de ESPERANZA ESPEJO y ROSA LÓPEZ, tomadas en Laredo en la fecha indicada.

Gracias a César Briones León por las fotos de CARMEN ROMERO LA TORRE.

                      

26 noviembre, 2021

LA CALLE ATAHUALPA


El jirón Prado se encontraba al extremo de la calle Gamarra, en un terreno que formaba parte del fundo de Santo Tomás De Villanueva, en las afueras de la ciudad, en el barrio llamado Chicago Bajo. Ese terreno se conoció luego con el nombre de Bella Aurora. Con el pasar de los años, el jirón Prado, que en su corto tramo iba paralelo a la la vía férrea de Salaverry, cambiaría su nombre por el de Atahualpa.



Me gustaría recordar cómo era la calle Atahualpa a fines de los sesentas, pero la memoria es demasiado ingrata. La Avenida España aún en plena formación, fue inaugurada recién en 1974. Yo vivía en la calle La Mar y para ir al centro de la ciudad o al trabajo siempre lo hacia por Atahualpa, tanto de ida como de regreso.

Cómo no recordar aquella pequeña casa con arco de yeso en la entrada; subí por su angosta escalera innumerables veces. Era el consultorio del Dr. Carlos Rodríguez Del Campo, quien me hizo las primeras curaciones dentales, aún niño. Fui llevado por Alicia una sola vez y luego aprendí a ir solo. Al terminar esa pequeña cuadra, para voltear a Sinchi Roca, había una gran puerta de madera en toda la esquina, quizá era una bodega o quizá otro tipo de negocio. Al frente, a la derecha, un edificio de cinco pisos y una academia.

Es probable que al comenzar la segunda cuadra de Atahualpa, haya existido un taller de reparación de artefactos, pero no lo diría con mucha seguridad. Después, siempre en el lado impar, recuerdo un gran portón, que sin duda fue un colegio o jardín de infantes.



Había un bar que identificaba y llenaba de música toda la cuadra. La dueña era una señora gordita, bastante activa y de alegre apariencia. Nunca entré a ese local pero recuerdo la rockola, el bullicio y a algunos parroquianos departiendo felices en el interior mientras otros ganaban la calle completamente alcoholizados. Recuerdo también en a un policía de apellido Loje y junto a ese bar a la familia Martell-Acevedo, que residía al fondo de un taller de carpintería. Al frente, la Iglesia Evangélica Metodista y tres puertas más allá la bodega Uchida. No recuerdo muy bien si en la otra esquina había una ferretería, pero sí recuerdo el taller de bicicletas donde atendía un señor de mediana edad acompañado de sus hijos. Inolvidable la peluquería de la cuadra tres, atendida por una entrañable pareja oriental.

Inolvidable también, la más grande y moderna casa de la cuadra, ubicada en la esquina con Av. Los Incas, propiedad de la familia Gamboa-Carranza. Pasé tantas veces por allí y mi recuerdo se centra siempre en un caballero mayor y en un automóvil estacionado a la entrada. Pero un día mis rutas cambiaron y el tiempo empezó a transcurrir. Cuando regresé, muchos años después, esta hermosa casa había sido demolida.

Me recuerda un querido amigo que no olvide mencionar los Caldos Amazonas, el bar de la familia Miller y los campeonatos de fulbito inter-calles (y hasta inter-cuadras) que se desarrollaban entre Atahualpa, La Mar, González Prada y otras conocidas calles de mi querido barrio Chicago.

Tendría yo unos diez u once años cuando nuestro grupo escolar eligió una casa para hacer un trabajo asignado por nuestro profesor de Primaria. Elegimos la casa de dos compañeritos, hermanos ambos, la cual estaba ubicada justo en la esquina de Atahualpa con LLoque Yupanqui, era la bodega Uchida, donde logramos hacer la tarea y fuimos muy bien atendidos por nuestros anfitriones : Italo y Franco.

Nunca tuve ningún problema cuando regresaba caminando tarde en la noche, incluso de madrugada por las calles que he mencionado, algo que en la actualidad sería imposible de hacer por la falta de seguridad.

Los años han pasado muy pronto... Sería emocionante tener fotografías de aquellos años, de toda esa gente y de todos esos lugares que conocí y recorrí en mi infancia. De aquellas casas, de aquellas calles, de aquel inolvidable barrio.



Esta Publicación está dedicada a :

FRANCO CARLOS GUERRERO DE LUNA UCHIDA †


CRÉDITOS :

Plano de Trujillo - Guía GAMIO (1929).

Imágenes en colage : Google Maps.

Historia Del Colegio SEMINARIO de San Carlos y San Marcelo - CONRADO OQUILLAS (Trujillo, 1925), Página 297.


11 noviembre, 2021

ELLA O EL MAR


El barco está por partir. La muchacha llega al muelle y se detiene detrás de un poste a observar la embarcación. Es espigada, hermosa, pero su mirar con luz de anochecer denota tristeza. Todo es como una película en blanco y negro que se proyecta sólo en mi imaginación, teniendo como fondo las notas de una canción. El barco anuncia su partida por segunda vez.

De pronto, empiezo a flotar en mis recuerdos. Debe ser a inicios de los setentas. Hay mucha gente. Reconozco la boletería del cine-teatro Trujillo, donde estoy de la mano de tía Alicia y abuelita Victoria. En la entrada, un afiche gigantesco atrae mi atención. Intento recordarlo tal y como era realmente, pero mi mente lo muestra borroso, indescifrable.




El hombre, fuerte y de toscos rasgos, ha logrado contactar con la muchacha. Todo parece girar  alrededor de ellos y sus miradas descansan entre sí en un instante interminable. Rodeados por húmedas y dramáticas despedidas, parece que se van a juntar y lo hacen, pero sólo para darse un último beso. De lejos se ven como dos frágiles figuras de murano que empiezan a tomar distancia entre sí. Entro a la película y camino hacia la muchacha. Recuerdo vagamente que su pañuelo voló y al intentar decir adiós el cristal de su voz se quebró.

Ahora estamos ya sentados en nuestras respectivas butacas, yo en el centro, aún niño y con mucha curiosidad de  ver y escuchar a un gran cantante en directo y ya no a través de la radio. La expectativa aumenta, el cine-teatro Trujillo está ahora media luz para dar oportunidad a que las últimas personas puedan acomodarse. Después de veinte minutos, la luz se apaga completamente y un hermoso bolero empieza a sonar.

He seguido a la bella muchacha pero debo apresurarme, no sé si es sólo mi imaginación o tal vez un sueño que en cualquier instante pueda llegar a su fin. El barco está partiendo ya. Recojo el pañuelo y trato de entregárselo, pero todo empieza a girar como cuando un sueño se desintegra. Sólo atino a preguntarle su nombre. Ya no estamos en una película en blanco y negro, pero da igual. Sigue repitiendo su nombre, gritándolo, pero yo no puedo ni podré escucharla más. Lo único que recuerdo es que llevaba boina azul y en su pecho colgaba una cruz ...




Párrafos 1,3 y 5 inspirados en Tristeza Marina (Horacio Sanguinetti /José Dames y Roberto Flores).
Leo Marini, Imagen tomada de IMDb, y luego editada.


28 agosto, 2021

EL MEJOR AMIGO


Ahora que Tobby "el Cariñoso", a punto de cumplir quince años, ha emprendido su viaje sin retorno, dejando una estela de tristeza en sus dueños, recuerdo con nostalgia algunos nombres, imágenes o sólo referencias de canes que ocuparon mi mente o casa antes que él.





Panamito obtuvo su nombre, lógicamente, por el color y tamaño de la leguminosa. Fue un perro amoroso que acompañó a mi familia materna a inicios de los años cincuenta en la localidad de Mocan, en su periplo desde Contumazá y antes de echar raíces en Trujillo. Por aquella época, los animales pertenecían al lugar donde nacían. Por eso, cuando llegó el día en que mi familia emprendería el viaje definitivo, tanto Panamito como el gato sin nombre que le hacía compañía, tuvieron que cambiar de dueños y sólo se limitaron a verlos partir, no sin profunda tristeza.

Instalados ya en nuestra casa del barrio Chicago, surgió Cuto, una nueva mascota tratada como el Perrito, pues así lo llamaba abuelita Victoria. Su color era negro y fue el engreído de casa por mucho tiempo. Ahora, después de tantos años, lo menciono en estas líneas sin haberlo siquiera conocido y sin tener ninguna foto ni de él ni del inolvidable Panamito.

En 1959, tío César, que por entonces tenía dieciséis años, logró tomarse una fotografía con Suiza, una de las dos mascotas boxer que los hermanos Hugo y Willy Lang poseían en Panadería y Pastelería Suiza, tradicional local ubicado en la cuadra 6 del jirón Francisco Pizarro, donde él trabajó por una temporada.

Cada febrero, recibíamos la muy esperada visita de tío Félix, tía Blanquita y mis primas Rocío e Yrene, quienes llegaban en su ford fairland convertido en un pequeño hotel y acompañados de Nerón, un cruce de san bernardo con pastor alemán, que solía unirse a nuestros juegos de niños y era el protagonista de muchos paseos en aquel recordado automóvil. Como Nerón vivía en esos días su transición de cachorro a jovencito, una de aquellas noches de intenso verano entró a uno de los cuartos y salió llevando entre sus dientes una prenda interior femenina, la cual ninguna de las damas presentes quiso reconocer de su propiedad; sabido es que todas las mascotas suelen ser así de indiscretas.





Cómo no recordar a Duque y a Milord. Ambos eran perros cruzados, bravos y fieles, como suelen ser estos animales cuando se les brinda un hogar y mucho cariño.

Con el pasar de los años, a la bodega de tía Rosaura llegaban algunos perritos extraviados y solían estar sólo un momento pues luego se marchaban o sus dueños daban con ellos. En una ocasión llegó uno muy peludo que pasó la primera noche en la calle y a partir de la segunda ya guarecido bajo el techo de la bodega pues tosía demasiado. Como nadie apareció para reclamarlo, Mugui llegó para quedarse. Le pusimos ese nombre debido a un chocolate con centro de arroz tostado que apareció en aquella temporada y básicamente por el peludo personaje de los comerciales de la marca Motta. Tenía el pelo plomo cenizo; no era un perro de raza pero sí muy inteligente. Con el tiempo, mis hermanos y yo lo adoptamos, convirtiéndose en la mascota de nuestras vidas. Mugui solía calcular la hora en que mi madre llegaba a casa cuando salía a hacer alguna visita, para fielmente esperarla en el paradero, de donde se le veía venir muy emocionado retozando y moviendo la cola sin cesar. Mugui nos acompañó muchos años y al final enfermó. Ahora que Tobby terminó sus días, casi de la misma forma, no hago más que comparar y entender toda la tristeza que esto ocasiona.

Por aquellos años, desde su trabajo en la sierra del país, mi primo Luis Alberto nos presentaba a Káiser, un hermoso pastor alemán, "integrante" también del Ejército Peruano.





Quien dejó en mí la huella de sus dientes fue el bravo Rintintín. Tenía yo la tarea de dejar el almuerzo para mi prima Elsa y se me había advertido que no ingresara a casa por la puerta del callejón sino que tocara antes, pero desobedeciendo la orden entré sigilosamente, creyendo que podía engañar al oído del perro, el cual se abalanzó sobre mí. Este perro era negro, bravísimo, de propiedad de tío Arcenio y tía Margarita. Cuando la familia se mudó a nuestra pequeña chacra en el Fundo Larrea, Rintintín embraveció aún más y tuvo que ser amarrado a una higuera, donde empezó a compararse ya con el perro de La Profecía. Un día logró alcanzar a Mugui, que estaba de visita, y lo sacudió tanto entre sus dientes que por poco acaba con su vida.

En la misma chacra conocí a Blanca, una dulce perrita, muy cuidadora, que obtuvo su nombre por llevar un círculo blanco alrededor de uno de sus ojos. Luego, en tiempos más modernos, vendría Kiara, que vivió ya en la ciudad, en casa de mi prima Meche.

Después de esto, ya en nuestra casa actual, desfilaron Mugui II, Centello y Chano. Mugui II era un perrito tranquilo. Pero a comparación de las delicados y nobles perros que habíamos tenido antes, Centello era un perro grande y sin muchos modales, que nos podía arrancar un dedo si intentábamos darle de comer directamente en el hocico; se alimentaba de lo que buenamente podíamos darle y le encantaba la cáscara de camote sancochado. Chano, en cambio, era un perro pequeño de mejores modales que solía molestarse con su propia cola, persiguiéndola sin parar.

La nueva generación de mascotas de mis primos menores, es digna de resaltarse : Pelusa y su descendiente directo Pelusín, que pertenecieron a mi primo Paulo César. También Campana, la perrita pelada  peruana, propiedad de mis primas Mily y Aracely. Luego vendrían Perla Negra y Tyson.








También debo mencionar aquí a un perro de raza boxer llamado Duque, que acompañó por algún tiempo a tío César en su casa de la urbanización Santa María. Este perro era muy inquieto y juguetón, pero noble. Imagino que desde que conoció a Suiza, allá en su lejana juventud, tío César quedó prendado con los perros de raza boxer.

Boxer también fue la traviesa Chica, que llegó a casa de mi prima Irma en Playa Colorada. Cuentan de Chica que en una ocasión y por descuido, devoró en cuestión de segundos una bolsa entera de las cotizadas chancaquitas trujillanas que habían volado varias horas desde Lima para endulzar el paladar de sus dueños.





Brandon, juguetón y de gran presencia, vivió en casa de mi prima Patty. Chesty Jason en casa de mi primo Gerardo, en distintas épocas. Y Boy era el diminuto perro de mi prima Eugenia, un ladrador nato. Todas estas mascotas formaron parte de la familia y son parte de historias destinadas a recordarse siempre.




Y cierro este recuento mencionando al cariñoso y longevo Kevin, viajero constante y merecedor de muchos cuidados por parte de sus dueños : Rosaura y Eduardo.

Es probable que estas almas sencillas graviten en una dimensión a la que no tenemos acceso y nos observen e inclusive nos ladren desde allá sin tener nosotros la capacidad de escucharlas. Indudablemente, a estos animalitos siempre les guardaremos un sentimiento muy especial.






Todas las imágenes son de mi colección personal, a excepción de :
Mugui, de Motta, extraída de la página ArkivPeru.com
Chica y Jason, tomadas de Facebook.
Brandon y Kevin, cortesía de Sergio Terán Sánchez y Eduardo Armas Jara, respectivamente.


27 abril, 2021

TODAS LAS GAITAS DEL MUNDO SONANDO PARA TI


2010

Me escribes recordándome que nuestra amistad cumplió ya un año. Siendo una amistad que se originó en el mundo virtual, es tiempo ya de compartir cosas más personales como fotos, datos familiares o pequeñas historias de casa. Las fotografías de tu primera comunión son de antología. Lo primero que hago luego es agradecerte por la confianza. No será la única vez que suceda este intercambio.



Me comentas acerca de tu periplo por el mundo, y no hago más que admirarme y halagarte por ese tesón turístico tuyo, agradeciéndote por las anécdotas, fotos e incontables archivos que me haces llegar casi a diario con puntillosa atención. Según tu mapa de ruteo, has visitado hasta ahora todos los países sudamericanos, nueve africanos y siete europeos, lo cual no es poca cosa.

Me sorprendes diciéndome que viajar es mejor que tener hijos, que tenerlos implica demasiadas veces salir con ellos y con la esposa, lo cual no le deja a uno tiempo para hacer lo que le venga en gana, y con un mal pago en muchas ocasiones. Levanto la ceja. Doy por sentado que tu egocentrismo no me sorprende, lo conozco a la perfección.

Me hablas de la calima, aquella mancha amarilla que cada cierto tiempo cubre tus Islas Afortunadas. Esa gran cantidad de arena transportada por el siroco es un problema no menor para todos los habitantes canarios y pienso que donde yo vivo no estoy tan mal pues en el peor de los casos sólo se levanta el polvo del camino con los zapatos.

Me cuentas que cuando alguna vez trabajaste en San Sebastián haciendo guardia en el Palacio De Arbaizenea, bajabas al sótano  y te comías las almendras californianas que al duque consorte le gustaban tanto como a la duquesa las hortensias. Me cuentas también que por poco te pillan en una de esas intrépidas incursiones. No hago más que reírme e imaginar ese azaroso momento.

Me conversas y me confías historias relacionadas con Antonio Gala, Tino Casal y Bosé, sin dejar de sorprenderme hasta hacerme reventar de la risa. Creo que bien podrías escribir un libro con todos tus viajes, anécdotas y experiencias vividas.



Cuartel de Morataraz, Madrid



2015

Me recuerdas que nuestra amistad cumplió ya seis años y algo más, y yo te digo caray, cómo pasa el tiempo. Siendo una amistad que derivó del mundo virtual, comprometiendo a Telde y a este bello rincón de mi país llamado Trujillo, es una edad considerable la que nuestra amistad cumple. Grata coincidencia es que tanto tu ciudad como la mía sean consideradas de la eterna primavera.

Me hablas de tu trabajo, que es totalmente relajado con un buen sueldo y mucho tiempo de descanso de acuerdo a la temporada, prácticamente un echadero. Te respondo con ironía que deberías trabajar un poco más pues en mi país se gana la mitad por el doble de trabajo, en el mejor de los casos. Te digo que te envidio pero no es cierto, sólo lo hago por fastidiar.

Me informas que visitarás Perú por segunda vez y es un motivo de inmensa alegría para mí. Empiezo a contar los días y los días empiezan a sucederse con una velocidad indescriptible. Te informo también que en esta parte del camino ya perdí la cuenta de cuántos países más has visitado.



Me dices que llegarás a Trujillo y que nuestro primer encuentro debería ser en la Plaza De Armas. Por fin podremos darnos un gran abrazo. Llegas acompañado de un amigo y con una bolsa debajo del brazo. Es un obsequio para mí, una réplica del mono machín, pues acabas de pasar por Guayaquil. Ya antes me habías sorprendido con un Ídolo De Tara, vía correo.

Me agradeces la hospitalidad pues son varios días los que estuviste aquí. Me comentas que olvidaste comprar la bandera de mi país, ya que tienes por costumbre coleccionar una por cada país que visitas. Joder, no faltaba más, te respondo. Y te envío una con el escudo nacional para que sea la más colorida y hermosa de tu colección.

Me haces llegar fotos de tu casa y de todos los souvenirs recolectados durante todos tus viajes, uno por uno, con pasión inusitada. Las paredes de tu casa están cubiertas por ellos. Pienso que estás ansioso por buscar nuevos destinos y viajar por muchos lugares más, como viaja una hoja al viento y fíjate que aún no es otoño.


2021

Nuestra amistad ha cumplido ya doce años, vuesa merced, pero nuestra comunicación se ha cortado de pronto. El último mensaje tuyo grabado en mi teléfono data del 27 de Diciembre, fecha en que nos deseamos un Feliz Nuevo Año. Es raro no saber nada de de ti pues en todos estos años nos hemos comunicado casi a diario. He logrado comunicarme con tu sobrina, quien me dice que estás bien pero yo percibo que algo está ocurriendo.

5 de Abril

Hoy me enteré de todo ...

Imagino que las cornamusas van a tocar todos esos ritmos de los cuales también me hiciste partícipe a través de la gran cantidad de videos de tantos países que me solías enviar y que yo desconocía totalmente. 

Guanches y bereberes armados con lanzas y formados en fila te verán pasar con tu uniforme de parada, elegantísimo, y te saludarán levantando sus brazos y uniendo sus voces. Ellos serán quienes, como la guardia del rey, te guiarán como a un habitante elegido que parte de esas comarcas hacia su encuentro final para dar cuentas al Creador.

Y son decenas, cientos, miles... En realidad, son todas las gaitas del mundo sonando sólo para ti.


SANTIAGO CASTELLANO CASTELLANO 

1958 - 2021




01 abril, 2021

EL SOLDADO MORENO


Mi padre siempre tenía presente la época en que hizo su servicio militar obligatorio en Talara. Lo traía a colación con frecuencia durante algún desayuno o almuerzo familiar. Recordaba arengas y tarareaba marchas de una manera sorprendente. Sería muy complicado seguirle la huella en esos años, pero según su antiquísima Libreta de Matrícula para Tropa, inició su servicio el 1 de Marzo de 1948 y lo finalizó el 31 de Diciembre del año siguiente.

No se necesita estudiar mucho ni estar preparado para ser un buen padre, pero sí rendir un examen final, un examen de suficiencia que mi padre aprobó con honores, con la mejor de las notas. Los resultados saltan a la vista y en su caso no existe maestría ni doctorado que lo supere. Después de todo, llevar una vida familiar exitosa es lo más cerca que se puede estar a la felicidad, si acaso ésta existiese completamente.




Cómo quisiera poder viajar en el tiempo y conocer al soldado Moreno, a aquel saludable muchacho de escasos veintiún años que iniciaba su servicio a la patria y que no tenía idea de lo que el destino le depararía junto a Bertha Dolores, mi madre y a la sólida familia que ambos lograron formar.

Todavía recuerdo, padre, aquellas madrugadas aún a oscuras, en que sentía tus pasos alistándote para ir a trabajar, infaltable, puntual. Día a día, año tras año, con aquella juventud, energía y entrega que uno tarda en reconocer. Recuerdo también las celebraciones en familia, la casa, los amigos, aquel tiempo que pensamos sería eterno pero que cuando se va no vuelve más.

De pronto aquella energía fue mermando, padre. Tus pasos lentos resuenan en mi mente y se me ocurre compararlos con los de aquel marcial soldado que siempre fuiste, frente a la tropa, frente a la vida, frente a todo.


 



1 de Marzo, 2021

Hoy día has dejado de sonreír y de mirarnos con esos ojitos nublados por tantas horas insomnes producto de tu larga vida, oh padre. Ya no repetiremos las palabras para que logres oírnos, ni rozaremos las copas luego del discurso de apertura, ni escucharemos tus relatos de sobremesa. 

Tanta fe y tanta bondad te han puesto en un nivel diferente a nosotros, tus hijos. Pero ese encuentro con Dios para el que tanto te preparaste con oración y devoción, no ha sido traumático ni doloroso para ti, como temíamos; hasta en eso fuiste cuidadoso.

Duele mucho, padre. Duele haber sido tan rutinario pudiendo haber hecho tantas cosas más. Pero sé que lo poco que pudimos haber hecho por ti fue bueno pues siempre nos lo hacías saber. Ese es el recuerdo más hermoso que perdurará por siempre, hasta que nos volvamos a encontrar en aquella dimensión que tanto nos repetías, oh amado padre, y que desde ahora anhelaré.



02 febrero, 2021

MI ESCUELA


El primer recuerdo que viene a mi mente cuando pienso en mi Escuela de Primaria es el uniforme de verano aquel primer día de Abril de 1969 : pantalón azul corto, camisa a cuadritos verdes y blancos, y mis infaltables Teddy. Los tirantes y el pañuelo de tela eran un valor agregado, así como el pequeño y necesario maletín.

Ese día de Abril, crucé aquel gran portón y aquella pesada reja de hierro, aún con los recuerdos frescos de mi Jardín de la Infancia y viendo cómo algunos niños sufrían para desprenderse de la mano de sus seres queridos. Yo, sin hacerme problemas, solté la mano de Alicia e inicié mi nueva etapa estudiantil en la Escuela Particular Mixta "Nuestra Señora Del Perpetuo Socorro", ubicada en el jirón Estete, en el centro de Trujillo.




Mi primera profesora fue la señorita Isabel Rodríguez Núñez, "Chabela". Teníamos dos patios para jugar, el primero cruzando la reja de la entrada junto a mi salón y el otro más amplio al fondo del local, donde se ubicaba el quiosco y los servicios higiénicos. En ese patio interior jugaba con mis compañeros de aula, a muchos de los cuales aún recuerdo con nostalgia.

Hasta hace algunos años, guardaba con mucho cuidado las tarjetitas de control que cada fin de mes debía presentar, con el sello de la Escuela y la firma de la Directora, para probar que estaba al día en los pagos, pero ya el tiempo y la polilla dio cuenta de ellas.

En Estete sólo estudiábamos varones, pero en 1970 todo cambió pues nuestro centro de estudios quedó muy deteriorado por el terremoto y tuvimos que trasladarnos al local de las niñas en el jirón Pizarro, que estaba en mejores condiciones después del sismo y donde permanecimos por algunos meses.




La Escuela Particular Mixta "Nuestra Señora Del Perpetuo Socorro", fue fundada el 2 de Febrero de 1956 por doña Elvira Esparza Mostacero, pero en su formación y funcionamiento también estaba comprometida doña Julia, su hermana; ambas eran muy rectas. Lamento mucho que todo esto no se mencione y que tampoco hayan archivos ni fotografías de ellas ni de las profesoras en la Página Oficial del ahora Colegio, que forma parte importante de la historia educativa de Trujillo. Mi eterno reconocimiento para estas educadoras trujillanas.

Al terminar tercero de primaria, no pude continuar en el Perpetuo Socorro pues no existían más grados. Había que dejar atrás los mandilitos verdes, los borradores con olor a frutas, las profesoras con vocación de santas, los percentiles ortográficos diarios y mis libros Aguayo de Lectura. Pero lo que no dejaría atrás serían los valores inculcados ahí desde mi primer día.

En una oportunidad, al pasar por la puerta del colegio, la nostalgia se apoderó de mí e ingresé a Secretaría para solicitar la relación de aquellos inolvidables nombres que escuchaba diariamente al pasarse la asistencia en mi recordado salón de clases. Sabía que después de tantos años era una necedad, pero ante mi sorpresa y emoción logré conseguir las listas de los dos últimos años y las comparto aquí.

Al salir del colegio, emocionado, me fijé en tantos niños y jovencitos en la hora del recreo y mi mente me transportó a aquella época; han pasado muchos años desde entonces. De pronto, recordé mi pantalón largo y mi chompa azul, mi camisa blanca, mi corbatita michi roja y siempre mis brillantes zapatos negros, que formaban parte del uniforme de invierno y con el que recibí mi tercera diploma en Aprovechamiento y Conducta aquel Diciembre de 1971, el mismo día en que dejé mi adorada Escuela y marché dejando atrás recuerdos imborrables.



ESCUELA PARTICULAR MIXTA PRIMARIA

"NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO"

TRUJILLO - PERÚ


Primer Año (1969) - Profesora :  ISABEL RODRÍGUEZ NÚÑEZ.

Segundo Año (1970) - Profesora :  MELVA BENITES HERRERA.

Tercer Año (1971) - Profesora : NELLY ALFARO RUIZ † 2012.


1. ACEVEDO FERNÁNDEZ, Abraham Pedro Ramón.

2. AGUADO MERE, Héctor.

3. ALCALDE SISNIEGAS, Janio Julio.

4. ALDAVE RODRÍGUEZ, Víctor Manuel.

5. ALEGRÍA MÉNDEZ, Marco Antonio.

6. ALVA JARA, Juan Eduardo.

7. ANGULO ANICETO, Alfonso Pedro.

8. ASIÁN CALDERÓN, Martín Yuri Iván.

9. BALDWIN OLGUÍN, Manuel Gustavo.

10. BALDWIN YEPES, José Guillermo.

11. BARBA CÁCEDA, Alberto Ricardo.

12. BARBA CÁCEDA, Carlos Abelardo.

13. BURMÉSTER ALVAREZ, Jorge Carlos.

14. CABALLERO GUERRERO, Sergio Carlos Mario † 2019.

15. CASTILLO ARAUJO, Roque Juan.

16. CASTILLO CHÁVEZ, Víctor Oscar.

17. CASTRO ADRIANZÉN, Jaime Augusto.

18. CORONADO LÓPEZ, Pedro José Luis.

19. CHÁVEZ MONTALVÁN, Jorge Carlos.

20. DE LA ROSA BOCANEGRA, Arístedes Enrique.

21. ERKEL PRADEL, Otto Luis † 2017.

22. FERNÁNDEZ CALLE, Gustavo Adolfo.

23. GÁLVEZ ARMAS, Fernando Helí.

24. GARCÍA GUTIÉRREZ, Franz Alberto.

25. GARCÍA MERCADO, Carlos Germán.

26. GARCÍA RODRÍGUEZ, Julio César.

27. GUTIÉRREZ SALDAÑA, José Angel.

28. HITO GARCÍA, Yarko Humberto.

29. HUAMANCHUMO SEGURA, Eddy Aurelio.

30. JÁCOBO ESTRADA, Juan Carlos.

31. JUÁREZ HONORIO, Víctor Manuel.

32. LARREA SÁNCHEZ, Jorge Oswaldo.

33. LETELLIER MUÑOZ, Walter Roberto.

34. LI VALENCIA, Francisco Javier † 2023.

35. LOZANO VIGO, Oscar Daniel.

36. LUDEÑA MEZA, Percy Javier.

37. LLAQUE SÁNCHEZ, Walter Rafael.

38. MELÉNDEZ GAMARRA, Luis Alberto.

39. MENDOZA VILLARREAL, Róger Mauricio.

40. MIRANDA GONZÁLEZ, Juan Manuel.

41. MIRANDA SANTISTEBAN, Martín Américo.

42. MORENO RODRÍGUEZ, Jorge Luis.

43. NECIOSUP DÍAZ, Oscar Alberto.

44. OBLITAS LÚ, Jorge Iván.

45. PRETELL NOVAK, Benito Mario.

46. QUIRÓZ BENITEZ, Jaime Guillermo † 2022.

47. RIERA FERNÁNDEZ, Elías Justiniano.

48. RIVERO MÉNDEZ, Jorge Félix.

49. ROCHA CORZO, Luis Alberto.

50. ROSAS FERNÁNDEZ, Manuel Arturo.

51. RUIZ LESCANO, José Martín.

52. SALAZAR VIGO, José Mauricio.

53. SCHMIEL COLINA, Luis Alejandro.

54. SOTERO VÁSQUEZ, Alberto Héctor.

55. SU PRETELL, Frank Alfonso.

56. TABOADA ARAUJO, Carlos Alberto.

57. TERRY ZAVALETA, Fernando Benjamín.

58. TORRES CASTRO, Oscar Augusto.

59. URQUIZA ZAVALETA, Javier Francisco.

60. VALLE MARTÍNEZ VARGAS, Pedro Martín.

61. VÁSQUEZ LLAQUE, Jaime Antonio.

62. VERGEL POLO, Víctor Manuel.

63. YAMAGUCHI MIDZUARAY, José Luis † 2020.

64. YEPES RIVAS PLATA, Luis José.

65. ZANELLI VERGARA, Mario Nicolás Andrés.

66. ZEVALLOS PITA, Jorge Eduardo.

  


SEGUNDO AÑO - Sección "A"




TERCER AÑO - Sección "A"





23 agosto, 2020

LUCES DE COLORES


Cada vez que Severo cerraba los ojos para intentar dormir, recordaba aquellas luces de colores, tan alegres como efímeras y tan procaces como lo que podía dictarle su conciencia. Quizá un alma conspicua las hubiese pasado de largo pero mirando de soslayo y añorando tiempos idos, o tal vez un cuerpo exánime las hubiese anhelado como indispensable ambrosía. Lo cierto es que Severo no lograba conciliar el sueño ni lo conciliaría jamás a horas consideradas prudentes en aquel lugar donde los ojos se iban cerrando pasadas las ocho de la noche o a veces un poco antes. No poder dormir a la hora debida era sumamente estresante y no quedaba otra opción que ponerse las pantuflas con garra de león que recibió como regalo de Navidad el año anterior y deambular en el poco espacio que ofrecía el tugurizado dormitorio.

Los días de Severo iban transcurriendo así, aceptables, pero a veces él mismo se sorprendía cabeceando en plena mañana, en su peculiar y tenaz afán de trasladar la noche al día, y viceversa. Entre tanto juego de dados, casino y botella borracha, hubo un día en que se abrió la frente al caerse de la silla, y fue tan fuerte el golpe que algunos ancianos, aún con sus sentidos completos, pensaron que su cabeza se había partido en dos, pero no, la cabeza de Severo era bastante dura pero sí necesitó la ayuda de tres pares de brazos para ponerse en pie.

Cada día a las veinte horas iniciaba su martirio; daba tantas vueltas en la cama para lograr conciliar el sueño, que ya las junturas del catre emitían un sonido más que molesto y muchos compañeros, que lograban un triunfo cada vez que podían dormir una hora continua, se quejaban del chirriar de los desvencijados resortes y de los ires y venires de Severo en su eterno afán de huir de esa especie de peste del insomnio que alguna vez alguien escuchó por ahí de alguna novela.



La historia de la llegada de Severo a ese hospicio trujillano era poco conocida. Un sobrino lejano había hecho los trámites correspondientes para que el tío solterón, flaco y de prominente quijada pasase allí sus últimos días, pero el hombre, carente de descendencia y huérfano de todo lo que pueda considerarse una familia aún no era una persona tan entrada en años. Nadie supo cuánto tiempo permaneció allí, o al menos nadie ya a quien se pueda preguntar. La nostalgia de Severo fue tanta que ya no volvió a recordar aquellas luces de colores sino que regresó a ellas una tarde en que toda la gente estaba metida en sus propios asuntos y las puertas totalmente liberadas de vigilancia. Las buenas monjitas tardarían algunas horas en percatarse de su ausencia.

Desde entonces, los días de Severo volvieron a adquirir la normalidad que tanto anhelaba. A sus sesentaitantos años, ya no era el caficho bien relacionado de otros tiempos, pero en cambio se contentó con el puesto de vigilante que el dueño del local condicionó a su permanencia allí, entre otras pequeñas funciones de tipo sanitario. Aquella entrada cuyas luces llamaban tanto la atención de propios y extraños, despertaban su opacada lascivia y volvían a insuflarlo de una anhelada libertad que tal vez podía durarle un tiempo más, al fin y al cabo no tenía que dar explicaciones de su vida a nadie, pero sí estaba obligado a ser más responsable de lo que fue en otros tiempos pues era consciente que los años no necesitaban de su permiso para seguir avanzando.



Cuando alguien me relató su historia, ya Severo era alimento de la tierra, pero despertó tristeza en mí. Sin embargo, pensándolo más fríamente, pude percibir que él no era infeliz con ese tipo de vida y fue por eso que regresó a ella, para distanciarse del aburrimiento en aquel asilo. Severo jamás hubiese sido feliz en otro lugar sin aquellas luces de colores, sin aquella vida nocturna plagada de historias y miserias humanas y menos sin sentir el perfume a puta barata con el que se inició a los catorce años.



23 junio, 2020

LA ABUELA


El muchacho podía haberse llamado Julio, Juan o Gilberto; no lo sé. Era de talla media y algo rollizo, cabello crespo, cabeza alargada, cejas pobladas y ojos rojizos marcadamente caídos. Tal vez era medio ganso en el salón de clases, pero daba la impresión de ser un engreído en casa. Siempre lo veía gastar sus abultadas propinas en el quiosco; ningún niño pagaba con billete como él en muchas ocasiones hacía. 

La viejecita era más puntual que la campana del recreo. Solía llegar, lívida, al patio de formación de la escuela y se resignaba a la espera, fiel a su preocupación de abuela, abrazada a una bolsa de tela bordada, probablemente con fragancia a ruda o manzanilla.

Cuando el muchachito aparecía, con las manos en los bolsillos y la mirada en sus brillantes teddy, la anciana se apresuraba a sacar de su bolsa una pequeña y delicada jarra de vidrio de donde le servía jugo de frutas de tantos colores como días tiene la semana. La mayoría de alumnos y profesores reparaba en esta exagerada forma de engreimiento pues luego de terminado el diario ritual, el nieto daba la espalda a la abuela con la misma frialdad con que la había recibido y marchaba de prisa al quiosco.




Recuerdo a la trajinada mujer, como viuda detrás de un féretro emprendiendo la retirada y, como parte de un ensayo previo repitiendo día tras día tal cual cada movimiento; la misma ropa oscura, los mismos pasos sincronizados, los mismos gestos y la misma peineta del mismo color y en el mismo y exacto lugar del día anterior. Siempre pensé que el muchacho era un malagradecido y que la mujer exageraba en sus cuidados, pero era su abuela a pesar de todo. A la mañana siguiente observaría la misma escena, al otro día igual y al día siguiente la misma película del día anterior.

No era común ver esto en una escuela pública. En esa época todos los estudiantes nos levantábamos temprano, salíamos de casa desayunando y después de la una salíamos hambrientos a almorzar en casa. Cierto es que quien llevaba propina compraba lo que quería y quien no llevaba dinero asaltaba a su compañero.

Tal vez este pasaje de mi vida escolar no sea muy importante, pero mi mente jamás pasó al olvido a esta anciana sin rostro y a este muchacho que bien podía haberse llamado Julio, Juan o Gilberto; nunca lo sabré.


Imagen tomada de WahooArt.com by Paula Modersohn Becker.