31 mayo, 2011

UN DOMINGO DE MAYO


La tierra empezó a temblar pasado el almuerzo dominical y la vida tuvo un antes y un después a partir de aquel 31 de Mayo de hace ya tantos años.

Recuerdo el inicio de todo. Aparentemente, era un domingo como tantos otros, reunión familiar inminente : abuelita, padres, hermanos, tíos, primos y el infaltable fútbol en la TV. Tía Rosaura era la anfitriona y cual pequeñas hormigas laboriosas el resto de mujeres trabajaba en lo que sería un gran almuerzo en un hogar tan machista como feliz.

Mientras los adultos pensaban en tomarse unas cervezas, los niños imaginábamos un vaso repleto de burbujeante Coca-Cola. Hasta ahí todo bien, de no ser porque la familia era tan numerosa y la bodega de tía Rosaura tan poco espaciosa que cada uno tenía que improvisar una buena ubicación para tener una visión adecuada del partido inaugural del Mundial de Fútbol de 1970.

De pronto, el volumen del televisor pareció multiplicarse y las cajas de madera, botellas y vidrios afuera en la bodega empezaron a moverse también. La tierra parecía rugir y todo alrededor nuestro tembló. Los techos de caña y barro crujían e inmensas nubes de polvo empezaron a levantarse. Era el comienzo de una gran tragedia.




No recuerdo nada parecido hasta hoy. Las cosas en la habitación empezaron a caer y el grito de la gente afuera en la calle se transformaba en llanto. Todos corrimos hacia una pequeña puerta que comunicaba el mostrador de la bodega con la entrada. No sé si ésta estaba atascada, pero en la desesperación del momento, la persona que llegó primero no lograba abrirla. Las paredes parecían unirse unas con otras antes que pudiésemos ganar la puerta que daba a la calle. Trozos de vidrio saltaban por el aire al estrellarse las botellas de licor contra las lunas de los mostradores. Los cilindros de querosene disparaban su contenido a varios metros de altura. Las gaseosas y las golosinas se unían igual en esa desastrosa mezcla. Una marea espumosa empezaba a formarse en el piso.

Al salir a la calle vi una gran nube de polvo y mucha gente que corría desesperada. Algunas personas estaban de rodillas en el centro de la pista, rezando y llorando, mientras que gran parte de las casas yacía en escombros. La calle Francisco de Zela y el barrio Chicago, estaban formados por muchas casas de barro y adobe en ese entonces, así como gran parte de los hogares y centros comerciales de nuestra localidad. A partir de este suceso, la ciudad tuvo una transformación y crecimiento urbanístico notorios.

En una situación tan adversa como ésta, vi mucha gente transformarse para bien. La solidaridad era una virtud que se iba abriendo paso en todo nuestro entorno. Tuvimos noticias de ángeles sin rostro que partieron para no volver más y de historias tan inverosímiles como tristes. El heroísmo también existió, mientras más anónimo más real y admirable.

También recuerdo la cadena informativa que escuchábamos en la vieja radio, en donde muchas personas se comunicaban con sus familiares de otra parte del país, para informar el estado en el que se encontraban. En realidad, el suministro eléctrico se interrumpió y era necesario recurrir a las pilas y baterías para poder estar comunicados.




Los días siguientes vivimos con el sobresalto de pequeños movimientos que nos hacían nuevamente correr y buscar la calle. Desde entonces, las puertas de las casas permanecían siempre entreabiertas. Recuerdo haber pensado entonces que si tenía que partir hacia el cielo, la mejor manera tenía que ser durmiendo. Gracias a Dios, un vecino nuestro, propietario de una flota de omnibuses, cuadraba sus carros en el centro de la pista y éstos nos servían de hoteles ambulantes.

En aquel lugar en donde una ciudad entera desapareció, otra ciudad moderna ha resurgido : sangre nueva mezclada con la de sus antepasados, que yacen muchos metros debajo sepultados tan tempranamente. Un altar eterno.

Hoy día, recordando aquí a través de estas líneas, sé que después de algo malo siempre suceden cosas maravillosas, como el heroísmo mencionado antes o como las ganas de sobreponerse a cualquier desgracia y repotenciar lo bueno que aún poseemos. Quién no ha sentido ese airecito como cuando alguien pasa a nuestro lado y volteamos la mirada para ver de quién se trata?... En realidad, ese airecito no es más que la presencia de Dios... Y entonces es cuando miramos al cielo y nos sentimos tan reconfortados.

La tierra empezó a temblar aquella tarde y no fue un domingo como tantos otros.


7 comentarios:

Josan dijo...

Amigo, pienso que debió ser horrible para todos aquellos que vivieron ese desastre, y que por desgracia en alguna parte del mundo se viene repitiendo.
Gracias por compartir tus letras.
Un abrazo desde la distancia, Josan

[Comentario original : 27 de septiembre de 2010 22:36]

Verónica dijo...

Siempre escuche cuando comentaba mi mami lo que vivio en ese dia, simplemente es horrible cuando pasa algo asi, algo que depende de la naturaleza y que no podemos controlas, que impotencia, no me quiero ni imaginar que se siente. Espero no se repita ni alla ni en algun otro lado, porque trae detras mucha tristeza y pobreza tambien. Saludos Bro. Vero

[Comentario original : 16 de diciembre de 2010 07:55]

Anónimo dijo...

Yo también estuve allí, y lo viví exactamente igual, tenía diez años y recuerdo además que los niños éramos los que acaparábamos los cuidados de nuestra familia...ahora siento como si esos momentos pasados me hubieran fortalecido en cuanto a mantener la calma ante un evento así; como que lo pasé y hubiera sido el clímax telùrico...ya pasó mucho tiempo

mercedes dijo...

Hay sucesos que pasan en la niñez que son inolvidables, en ese momento quiza no sabiamos realmente lo que pasaba pero sentiamos que era algo muy grave,a pasado mucho tiempo pero cuando recordamos parece que fue hace poco fue nuestro primer terremoto y espero que sea el unico...

JORGE MORENO dijo...

Gracias por vuestros comentarios... Me animan a seguir con mis escritos. Saludos.

Silvana dijo...

Cuando nos tocara el proximo

Silvana

Azariel dijo...

Hermoso mensaje me dejaste, amigo mio.
Abrazo apretado!