27 junio, 2009

LA LIBRETITA NEGRA


La pequeña libreta ha perdido su color por el paso de los años. La tengo en mis manos en este instante y ha sido motivo para recordar todo lo ocurrido un fatídico día de octubre de hace ya algunos años. La súbita desaparición del abuelito David fue un duro golpe para toda mi familia. Acostumbrados sólo a momentos de felicidad, este suceso nos enseñó que también se podía dejar de reír por un largo tiempo.

La libretita negra huele a tiempo pasado y sus hojas dejaron de ser blancas hace muchos años. Hay dos pequeños agujeros que se repiten en todo su espesor y que demuestran el arduo trabajo de la polilla. Me emociona, no obstante, la sensación de poner mis dedos sobre lo que queda de las huellas de ese hombre del que aún recuerdo su voz, sus ojos y su adusto perfil, el cual brindaba pocas sonrisas, pero un mejor lenguaje transmitido a través de la mirada.

En la primera página puedo leer, a lápiz : Libreta de su dueño, David Rodríguez, y no puedo más que admirarme ante tanta sencillez, tratando de imaginar su rostro y la expresión que mostraba en aquel instante en que sus delgados dedos hacían la anotación correspondiente. Es maravilloso sentir aún su noble presencia.

Continúo pasando las hojas y hay datos precisos relacionados con préstamos, cuentas por pagar y el control de siembras y cosechas. También anotó : Lo apunto para no olvidarme, yo ....

La parte más interesante y que se muestra con detallada precisión, es la referida a los nacimientos y defunciones de familiares muy cercanos : año, mes, día y hora, claramente redactado y esta vez con tinta líquida azul.




Mis abuelitos, Victoria y David, enseñaron a sus hijos algo que se ha transmitido de generación en generación : a no mentir, a ser honestos con las personas, leales en todo lo emprendido y que la palabra empeñada es algo serio y digno de ser respetado : Me comprometo a cumplir lo acordado, leo. En los tiempos en que ellos vivieron no era necesario firmar un documento para cumplir con algo previamente pactado; por eso, la existencia de esta pequeña libreta a modo de recordatorio.

Unos cinco años antes de su fallecimiento, al abuelito David lo operaron de apendicitis y demostró ser muy flojo como enfermo convaleciente, el clásico hombre que se deja atender por la esposa y engreír por sus hijos, comunicándose la mayor parte de las veces con gestos y miradas que todos  en casa entendían. De muy pocas palabras, bastante vertical y demostrando cariño muy a su manera. Le encantaba sintonizar música y noticias en una vieja radio Philco, mientras fumaba los clásicos cigarrillos Inca; a veces se acompañaba con su guitarra y otras con su viejo acordeón; nuestra casa, entonces, era invadida por aquellas notas que suelen llegar al alma y empozarse en la memoria. Así es como yo lo recuerdo.

El abuelito David, un hombre tan recto y trabajador, no estaba destinado a morirse de una apendicitis ni de un enfisema pulmonar debido a tanto cigarrillo sin filtro, sino a emprender un viaje inesperado aquel atardecer de un primer día de octubre.




Hay algo en nosotros que cambia si algún ser querido desaparece súbitamente de nuestras vidas, nuestra naturaleza se ve alterada, pero intentamos de alguna manera compensar ese vacío en nuestras existencias cambiando desesperación por serenidad y tristeza por conformidad. Siempre he tenido claro que esa presencia continúa aquí a nuestro lado.

Cierro la pequeña libreta y la observo por un instante, un instante en el que dos corazones, sin tener en cuenta el paso del tiempo, intentan permanecer unidos. Abro el cajón de mis recuerdos y suspiro profundamente. La libretita negra permanecerá ahí hasta que nuevamente logre establecer esta conexión tan bella, tan filial y tan mía.



3 comentarios:

david dijo...

bueno sigue asi no pares de escribir bueno yo tabien tengo un blog q cuento anecdotas q me an pasado bueno ay te dejo mi blog espero q lo visites
deivi-limalaruca.blogspot.com

Azariel dijo...

El tiempo no existe… Siempre permanecerán con nosotros y no nos abandonen jamás, y en nuestra muerte, vengan al encuentro.

)Azariel(

Anónimo dijo...

Así recuerdo al abuelito David: Callado, acompañándose con su acordeón y entonando su música preferida, una leve sonrisa y caminar pausado... Otro recuerdo es en el que yo estaba involucrada, y era el momento en que retornaba a casa de su trabajo de la Unidad Escolar. Yo (No recuerdo si Yrma también, espero quite la duda),había descubierto que la fruta que le daban en su trabajo lo traía para la casa y los primos Moreno corrían a darle el encuentro porque él les daba esa fruta... asi que como niña al fìn, copié esa modalidad, y algunas veces también salía premiada con una de esas frutitas... Mi mami siempre recuerda a mi abuelito David como un hombre maravilloso !!!

Elsa R P